martes, 3 de enero de 2012

Baudelaire, la alegoría del héroe moderno

Baudelaire, la alegoría del héroe moderno

Dandy: he aquí tal vez un hombre rico, aunque con más seguridad

será un Hércules sin trabajo.

Baudelaire

La crítica tradicional acentuándose durante el romanticismo, momento en el cual los mismos poetas se hacían críticos de su obra, el arte se volvía sobre sí y se teorizaba, encontró como la máxima expresión de estilo el recurso del símbolo, en el que según el mismo Goethe se puede ver lo universal en lo particular, porque están ligados naturalmente, entonces si el símbolo siendo parte, traía consigo por añadidura el todo, lo universal. Si el símbolo era la expresión verdadera del arte, la alegoría en contraposición pasaba a un plano inferior, en el que se comprendía como un simple caso o ejemplo de lo general que no abarcaba más allá, y que no traía consigo multiplicidad de interpretaciones porque era puntual y finito.

Precisamente la alegoría reducida a una figura retórica fija, fue criterio común durante el romanticismo y el neoclasicismo, cuando se tendía a ver la obra como un todo orgánico, con centro verdadero, del que se desprenderían los objetos que intervienen en ella, dando un único sentido. Si bien en la actualidad se reconoce que la obra está compuesta de elementos heterogéneos y que no se limitan al papel en caso del poema, sino que se trata de entender a la obra en relación con todo lo demás sin someterla a una unidad que limite su existencia y por ende su interpretación. En estos nuevos a en donde la alegoría se presenta como bandera de la teoría moderna en manos de Benjamin quien se propone rescatarla y hacerla base de su pensamiento filosófico.

Para ver la alegoría como concepto predominante en la crítica moderna, Benjamin propone que se tenga en cuenta la temporalidad: “la medida temporal de la experiencia simbólica es el instante místico en el que el símbolo acoge el sentido en el espacio oculto, en el bosque (si así puede decirse) de su interior”[1]Lo alegórico , en cambio, se mide en términos históricos; todo lo que la historia desde el principio tiene de intempestivo , de doloroso , de fallido se plasma alegóricamente en un rostro”[2]. Es decir que el símbolo se presentará en un el instante temporal donde es definido, y por lo tanto siempre se mantendrá en sus límites, mientras que la alegoría está ligada a la historia, en ella se expresa la condición temporal de la existencia de la obra y de la humanidad.

Lo temporal tiene que estar ligado al dinamismo, al movimiento, porque se recorre , se despliega sobre la historia, pero esto no quiere decir que la alegoría se presente como un arcaísmo, sino que precisamente está obligada a transformarse , por eso se mueve en signos y no en metáforas. Si encontramos a la alegoría como construcción estilística, lo feo es protagonista , lo trivial, lo mundano, porque lo alegórico actúa sobre el símbolo y lo deforma, debido al carácter temporal de ambos, es decir si el símbolo se presenta como fijo, con un núcleo de sentido impone una verdad inamovible, mientras que la alegoría que se mantiene dinámica que por estar ligada a la historia se renueva constantemente, lo que renueva es en instante del símbolo mismo. La alegoría sirve para concebir el mundo en donde existen las resonancias por eso atraviesa la historia y es capaz de encontrar en el presente las resonancias del pasado, así como Baudelaire diseña el mundo de las correspondencias y va a utilizar como herramienta para definirlo a la alegoría en su poesía.

En Poesía y Capitalismo, Benjamin estudia a Baudelaire, precisamente por ser éste, poeta y crítico de la modernidad. Y es que gracias a la lectura marxista que hace de este Benjamin encuentra a un mundo en donde todos los objetos e inclusive las personas se presentan como mercancía, y al presentarse de esta manera es evidente que su sentido cambia, se ven ahora ellos mismo como objetos alegóricos susceptibles a perder el que se creía su único significado. Baudelaire escribe en Paris, en el siglo XIX, en la segunda parte de éste, donde ya el romanticismo como corriente literaria veía a sus últimos héroes decaer, y nacían como consecuencia de muchas de estos postulados románticos, nuevas nociones en cuanto al ser y estar en una sociedad que cambiaba , que se industrializaba y se volvía colectiva, masa, multitud. Baudelaire en su poesía expone algunos de estos, valiéndose estilísticamente de la alegoría.

Veamos primero la figura del héroe, si bien el romántico ya no podrá ser el héroe/genio, porque ya el bosque en donde se resguardaba progresivamente ha sido cambiado por la ciudad, por el pasaje, y sus creencias se enfrentan a la secularización que se gesta entre los artistas, debe nacer uno nuevo, Baudelaire se ve obligado a darle forma, pero como se mueve sobre lo alegórico esta forma no es definitiva en ningún momento, primero se expone a cabalidad al Flaneûr ¸por ser este el hombre típico de la ciudad, aquel que se dedica a pasear , a observar a su alrededor, y que puede hacerlo libremente gracias a que se “camufla” entre la multitud, masa de hombres de ojos, pero que no juzgan ante la imposibilidad del reconocimiento, pues se trata de una aglomeración de iguales, pero desconocidos , se enfrenta y se adapta a la “preponderancia expresa de la actividad de los ojos sobre la del oído”[3], es el hombre que camina y que vive como en el “hombre de la multitud” de Poe, en la ciudad, que habita entre los hombres, pero que jamás interactúa directamente con alguno, sino que se alimenta de miradas.

El Flaneûr, puede ser un primer héroe de lo moderno, porque gracias a su condición de observador y paseante, se presenta como modernolatra, deslumbrado por la construcción de una capital como París, por las estructuras y los medios de transporte, por la lámpara de gas, a la cual pondrá sobre la luz natural, poniendo de esta manera a la ciudad por encima de la naturaleza, transgrediendo así la noción clásica de belleza, Baudelaire impone lo urbano y lo contrasta con eso natural, anima a los objetos típicamente burgueses, como el reloj, las campanas, las cartas de azar, entre otros, haciéndolos protagonistas de su poesía. Esto en un primer momento en donde el héroe puede ser el hombre de la multitud, porque esas aglomeraciones de gente, son las únicas que pueden parir a un hombre típicamente moderno, en donde se ve como otro hombre, y los hombres como mercancía, porque la multitud embriaga al flaneûr, al igual que los edificios , se iguala de esta manera al objeto y al hombre.

La más literal de las alegorías siendo el símbolo mismo de la mercancía humana es la prostitución. La prostituta se presenta como héroe moderno también, “sólo la masa de habitantes permite a la prostitución ese esparcimiento por amplias partes de la ciudad. Y sólo la masa hace posible que el objeto sexual se embriague con los cien efectos atractivos que ejerce a la vez”[4], es la prostituta que se multiplicará como mercancía entrando en la dinámica oferta/demanda, la mujer /objeto a la que le cantará Baudelaire mostrándola como parte de ese mundo acelerado y “modernizado”, la que se expone pero sigue siendo humana, alegóricamente determina lo moderno, ese hombre que sufre y se muestra así mismo literalmente como mercancía, reconoce su cuerpo como producto pero a la vez es la única capaz de amar a un poeta como Baudelaire mismo.

El suicida , el suicidio encierra a lo moderno, porque “las resistencias que lo moderno opone al natural impulso productivo del hombre están en una mala relación para con sus fuerzas”[5], porque la ciudad moderna que oprime al hombre que se ve imposibilitado de realizarse como tal, se encuentra disminuido a un precio, a una paga (muy mala) , que no puede mantener a su familia, y tampoco desarrollarse a sí mismo como individuo , le llevará entre sus pasiones el impulso a la muerte, al terminar con todo y no rendirse a la dinámica moderna que se expone, pero a la vez el impulso suicida se lo otorga lo moderno mismo, es decir el hombre es héroe doble vez desde su individualidad de “resistencia” a la modernidad y también como héroe de lo moderno porque representa esta conquista ante el natural sentido de supervivencia.

El héroe también es el poeta mismo, pero este poeta ya no es el poeta que está por encima de los hombres, con la aureola, sino es el poeta que perdió la aureola mientras caminaba por las calles de París evitando ser atropellado por un carruaje y dejando en el lodo su aura. Es el poeta que habita en la ciudad, que trabaja, que vende sus libros y con ese dinero sobrevive, que posee deudas, y enfermedades, el adicto al opio y el que su lugar no va a ser ya el lago de las ninfas, sino el burdel, el que cambia al cisne por el albatros. El poeta que es el trapero, el que recoge lo grotesco, la basura en la ciudad, que limpia, ya no el flaneûr que observa sino es el que toca también, que recoge la inmundicia que deja la ciudad al dormir, precisamente el que mientras la multitud duerme, el trabaja a través de la alquimia, convirtiendo el lodo en oro.

El héroe, también Dandy, también barco, trapero, lesbiana, anciano, entre otros, es la alegorización más típica del hombre moderno, que se ajusta a su época, que la vive, la representa, la encierra, que se presenta como ambiguo porque se somete a esa modernización obligada y a la vez escapa de ella. “Puesto que el <> moderno no es héroe, sino que representa héroes. La heroicidad moderna se acredita como un drama en el que el papel del héroe está disponible”[6]y es precisamente esa “plaza” del héroe lo que demuestra más típicamente que ya no se trata de individuos sino que es una masa, la modernidad sometió a una cosificación de la humanidad, en donde se ve como una colectividad, que se mide en precios, y que está propensa a continuas resiginifcaciones.

En esa búsqueda constante de nuevos héroes, el poeta se mueve en esa misma multitud, colectividad, el presente de este “pintor/artista moderno”; se verá invadido de la noción de colectividad, una colectividad inmensa, que afectará su conciencia. Benjamin se vale de la tesis de Freud, para explicar la idea de la conciencia, que no estará encaminada a esa bodega de experiencias sino que será una especie de dispositivo que se ejercitará a través de la exposición a estímulos externos o “shocks ”, que se convertirán en vivencias, únicamente después de dado el duelo. Pero al parecer a Baudelaire este almacenamiento en la conciencia del las “experiencias vividas” no le es productivo para su creación artística, porque estas serían el resultado de ese ejercicio, y si este no llegase a realizarse de manera correcta según Freud, “se produciría el espanto, agradable o (más comúnmente) desagradable[7], y es este producto el que embriagará al poeta, para llamar a este espanto y así crear la obra moderna, que será reflejo de ese enfrentarse de un individuo con su colectividad, representación nuevamente de la realidad y la actitud que es la llamada modernidad.

Es importante para concluir entender que Baudelaire se mueve en ambigüedades, y que puede ser esta la razón por la cual adopta a la alegoría como su herramienta poética. Estas ambigüedades están marcadas por su época, por ese “shock” permanente con la modernización y el ser moderno, se debate constantemente como cualquier hombre entre la alineación de la obra como mercancía y la posibilidad de escribirla por el arte, de ser el dandy y el flaneûr o más bien denunciar esa nueva capital que destruye y estratifica. Y sobre todo lo que hace de sí lo moderno es saber que no puede desligarse del todo con lo clásico, si bien está en contra de los preceptos de la alta burguesía de la belleza como única, y se propone rescatar lo feo y lo vulgar, lo común, la humanidad de esa multitud y volverla poesía , es consciente de que la obra de arte debe hacerse eterna, y que eso que innova debe permanecer y entrar a formar parte del canon.

Bibliografía

Benjamin Walter, Origen del drama barroco alemán. Taurus Ediciones S. A.

Benjamin Walter, Iluminaciones II.”Poesía y Capitalismo.” Taurus ediciones S.A. Madrid: 1980.



[1] Benjamin. El origen del drama barroco alemán p.158

[2] Ibídem P.159.

[3] Benjamin, Poesía y Capitalismo “El <>”. P. 52

[4] Ibidem, p. 73.

[5] Benjamin, Poesía y Capitalismo “Lo moderno” p. 93

[6] Ibídem, p.116.

[7] Benjamin, Poesía y capitalismo. “Sobre algunos temas en Baudelaire”. P 131.

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