miércoles, 5 de enero de 2011

Cuento: La habitación de Rodrigo

La habitación de Rodrigo.

La Piel

Cuan terrible la vida

De un hombre cuya piel

Nadie toca jamás

Iván Tubay

La primera noche Rodrigo, mientras dormía sintió como una caricia fría sobre su mejilla, que se posó delicada pero rápidamente, helándole hasta las puntas de los pies, ésta lo sobresaltó despertándolo por un segundo, para que se pudiera dar la explicación necesaria. Miró hacía el frente y se encontró con el vacío y la oscuridad característicos de sus noches, pensó que era una corriente de aire o una polilla y se dejo caer en el sueño nuevamente. Al otro día recordó la caricia y le dio en ensueños figura de hermosa mujer, como dándose consuelo, a su timidez excesiva, que ya entrado en la madurez no le había permitido conocer mujer.

En la segunda noche, volvió a sentir la caricia, que lo despertó, nuevamente abrió los ojos, y en la oscuridad absoluta de su habitación, que estaba privada de ventanas, en donde la luz no se cuela bajo ninguna circunstancia, encontró más oscuridad, una oscuridad en la oscuridad que no lo dejaba ver más, pero era como una especie de sombra, si esto es posible, que le tapaba la vista a la penumbra acostumbrada. Rápidamente encendió la lámpara que estaba sobre la mesa de noche, y encontró nada, la volvió a apagar, y de inmediato sintió a los pies de la cama como algo se posaba, de manera delicada y de poco peso, se quedo quieto, a la expectativa de algún movimiento o cualquier otro tipo de manifestación, que no apareció, y sí llegó el peso del sueño. Esa noche siguió durmiendo con la vigilancia de alguien a sus pies. En la noche siguiente tardó un poco en apagar nuevamente la luz, mientras revisaba algunos papeleos, y ya era tarde, por lo que supuso esta vez su imaginación no le jugaría nada, con el cansancio del día, se dejó caer sobre su cama, y al cerrar los ojos y abandonar de a poco la vigilia, percibió ese aroma, aroma como a flores, algo dulce, al principio leve, y después se apodero de su nariz, era el perfume de una mujer de eso no había duda. Los parpados le pesaban lo suficiente como para no poder despegarlos de los bordes de las mejillas, así que se dejo arrullar por el olor, que le ayudó a soñar con la mujer que nunca tuvo, pero que siempre amó, cuando de repente volvió a sentir una caricia, está vez, más lenta, fría, que bajó hasta su cuello, bordeando todo el perfil derecho de su rostro, quiso agarrar al causante, pero lo único que hizo fue atrapar viento helado , que se fugó entre sus dedos.

La caricia, como la llamó, era acogedora aunque helada, era como un presagio de compañía y no sólo esto, ya que llegó anunciada por un agradable aroma femenino, podría tratarse de alguna manera de su propio ser, de una fantasía, que proyectaba el más profundo de sus deseos, y aunque no había logrado ver a su acompañante nocturna, amiga de la oscuridad. Oscuridad que jugaba el papel importante , era tal vez como una concubina de su encuentro, silencioso, a solas, en la intimidad de su pequeña habitación, esta idea, no sin razón le hizo feliz instantáneamente, y aunque era cierto, se encontraba en un estado donde no había una completa lucidez; al amanecer, la idea continuaba dando vueltas en su cabeza, llenándolo de ansiedad, Rodrigo ya sólo quería encontrarse en su cama, dejándose llevar por su sueño, y su sueño hecho realidad, y aunque la idea, no la creería nadie, le daba igual , no hablaba mucho, así que para su tranquilidad y placer sería otro secreto que no se revelaría.

Noche tras noche, Rodrigo apagaba la lámpara y esperaba algunos minutos para que llegara el frío, y con él la sombra, la oscuridad que le proporcionaba caricias, que se daban como el aleteo de una mariposa, o como un cordón de seda, cada vez las caricias se hacían más largas y cubrían más su piel, tomaban la forma de dedos, con uñas largas, eran manos suaves, pequeñas para ser las de un hombre, y aunque Rodrigo no encontraba en ellas familiaridad, ni calor, se le hacía indispensable sentirlas, se encontraba poseído por el deseo de contacto, y con él llegó la necesidad de ver el ser que se las proporcionaba, y a la misma vez la posibilidad de devolverlas, de entregarlas con la intensidad con que las recibía, así que se concentraba en no dormir completamente, porque ella sólo llegaba al momento en que el sueño lo dominaba, Rodrigo , ponía su empeño total en lograr dejar el encantamiento del placer que le producían las caricias, para tomar entre sus brazos la figura, o lograr ver su silueta, que se la imaginaba, con curvas discretas.

Algunas veces el aroma cambiaba en intensidad, a veces era casi imperceptible, pero nunca se había presentado como esta noche, Rodrigo ya no pensaba en otra cosa, abandonó el trabajo, y se encerraba en su habitación durante el día, aprovechando la oscuridad, pero no, no llegaba sino hasta la noche, y esta noche, antes de que Rodrigo cerrara los ojos, se presentó, la figura que se parecía a una sombra, emitió un pequeño rayo de luz, de color verde, que se desprendía del que debería ser el pelo, de una cabellera lacia y larga, Rodrigo apartó el deleite, y se horrorizó, metiéndose entre las mantas, y sacando la mano para encender la luz, como siempre ante la ausencia de la oscuridad, la figura se desvanecía, y aunque así fue, el perfume perduró, se quedó en cada rincón de la habitación, Rodrigo, sintió que había errado, que tal vez en su deseo de compañía había llegado demasiado lejos, aferrándose a una fantasía que se presentaba ahora muy real, no durmió esa noche, sino hasta que llegó el día, la luz duró encendida todo el tiempo, y cuando por fin le pesó el sueño, y era casi medio día, para despertar nuevamente su intranquilidad, las manos se volvieron a posar sobre él, esta vez no intentó abrir los ojos, sólo rogó que se detuviera pronto, y sus suplicas fueron escuchadas, el masaje que recibió fue rápido, tocó todo su rostro, pasando un dedo frío por sus labios, y tocó con ansiedad el resto de su cuerpo, para dejarse perder después de masajear los pies.

Rodrigo, decidió no dormir más, tomó varios medicamentos y durante tres días, las cosas estuvieron bien, mandó a construir una ventana, y trajo rezanderos que embadurnaron de plantas toda la habitación, al caer la noche, la ventana seguía descubierta dándole paso a la luz de la luna, encendió un pebetero y durmió tranquilamente, recuperando el aliento perdido por la falta de sueño y de paso de apetito de los últimos días, parecía que todo retornaría a la normalidad, y así fue, pero para la siguiente noche, después de haber recuperado el sueño, sintió que algo le faltaba , mientras daba vueltas en la cama pensó nuevamente en que así tuviese el pelo verde, la figura era la única presencia femenina a la que él se había entregado , y que ella fielmente no le había abandonado ninguna noche, al contrario parecía que ella le cumplía sus deseos, porque cada vez que él se esforzaba por traerla, llegaba hasta el punto que se hizo visible para él.

Por otro lado estaba la leve sospecha de que no fuese así, que la figura, no se mostrara según los deseos de él, sino que a medida de que Rodrigo le diera oportunidad y se ofreciera, ésta se hiciere más fuerte, esta idea lo atemorizó, y mientras se debatía entre posibilidades, el perfume irrumpió en su nariz, Rodrigo decidió no esconderse, daría la batalla, se deshizo de las sabanas, y con los ojos cerrados descubrió su cuerpo para que su amada, lo tocará, ella lo hizo esta vez, parecía que jugara, se apoderaba de su cuerpo a veces lentamente y otras más rápido, Rodrigo se dejo llevar y en el éxtasis quiso abrazarla , obligando a que se esfumara una vez más entre sus manos, Rodrigo quedo tumbado sin aliento, casi inmóvil, ya no había miedo, ya no había desilusión , en este momento estaba solo el deleite de las caricias, profundas, frías, pero para él. Volvió a dejarse llevar por el cansancio y mientras dormía, fue irrumpido nuevamente, y una vez más, sabía que era inevitablemente complaciente, pero sobre todo inevitable.

A la mañana siguiente, no se pudo levantar, era otro, su cuerpo estaba inservible, el dolor se había apoderado de sus músculos, además de ese malestar físico se sentía desgastado en todos los sentidos, no podía pensar más que en esa presencia, se había apoderado de su cuarto, de su cama, de sus noches, de su cuerpo y hasta de su mente, ya se sentía perdido, no había escapatoria, había hecho lo que había podido, ahora bien si se mudaba, quedaba la posibilidad de que la criatura habitara en su cabeza, así que sencillamente no había salida, entonces Rodrigo decidió que si había de morir así, lo haría, pero entonces lo único que pedía era poder besarla. Pasó la tarde en la cama y la noche llegó a cuestas, al igual que la siguiente y la siguiente, todas las noches traían consigo a su visitante, que ya no necesitaba de la concubina oscuridad, se había liberado de ese yugo , y ahora se presentaba, translucida, mientras Rodrigo dormitaba, a veces como sombra y después en forma de luz, sobre todo después del encuentro con Rodrigo, ya siempre el perfume era fuerte, y su peso se hacía cada vez más perceptible, de pronto era debido a la debilidad del propio hombre, pero se sentía más poderosa, así estuviese en comparación del remedo de ser que se veía “atacado”, siempre le pasaba la mano entre el pelo antes de que llegaran las mañanas, donde Rodrigo quedaba solo, y muy mal de salud, moribundo en su lecho.

Llegó la última noche, cuando sintió entrar el perfume bajo las sabanas, y con él las manos, así que susurró, déjame besarte, escuchando un pequeño gemido, no de excitación, no de emoción humana, sino algo tan irreal que lo frenó en su idea por un instante, pero volvió a ella, cuando un resplandor le obligó a abrir los ojos, y ver ante él, una figura ahora sin forma, era sobre todo una luz verde o azul con blanco , que parecía viento, o nube, que ocupaba toda la habitación, que en un silbido se coló entre sus labios y le permitió a Rodrigo dar el beso que acabaría con su aliento.

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